 "El Centro Islámico de Nueva Inglaterra es una
pequeña réplica de las Naciones Unidas, con
más de 25 nacionalidades diferentes", afirma el imán
Talal Eid. (Boston Herald) |
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 Alumnas de la academia en Sharon, Massachusetts, juegan antes de la oración vespertina. (AP/WWP) |
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 Aunque en el mismo salón, hombres y mujeres rezan separadamente durante el Ramadán en el Centro Islámico de Sharon. (Republicado con permiso, Globe Newspaper Company Inc.) |
En ciertos aspectos, la historia de la comunidad musulmana de
Sharon, Massachusetts, es típica de una amplia gama de
experiencias musulmanas en Estados Unidos. Esta nueva
instalación es una sucursal, de hecho una extensión,
del Centro Islámico de Nueva Inglaterra en Quincy, ubicado
al sur del centro de Boston y no lejos del lugar donde nació
el sexto presidente de este país, John Quincy Adams.
La comunidad data de principios del siglo XX, cuando llegaron
inmigrantes de Siria y Líbano para trabajar en los
astilleros de Quincy. Al principio había más
cristianos que musulmanes y muchos más hombres que mujeres.
No pasó mucho tiempo cuando los musulmanes se empezaron a
reunir para orar y para cumplir con sus devociones especiales. En
la zona de los astilleros vivían siete familias en total.
Mohammad Omar Awad se ofreció a ser el imán, el
director de las plegarias. En 1934 formaron una organización
cultural, social y de caridad, conocida como la Sociedad del
Pendón Arabe Estadounidense. Se reunían en una casa
de la South Street en Quincy, impartían a sus hijos
lecciones informales de religión, se congregaban para la
oración del viernes y celebraban las dos grandes
festividades musulmanas: Eid al-Fitr al final del mes del
Ramadán y la fiesta del sacrificio, Eid al-Adha, en la
época de la peregrinación a la Meca. En 1962,
después de tres decenios de ocupar un alojamiento temporal,
los dirigentes de esta comunidad musulmana decidieron construir una
mezquita en South Street. Casi en el mismo momento en que se
inauguró el nuevo edificio en 1964, la comunidad
empezó a sentir el impacto de la nueva inmigración.
El pequeño grupo de musulmanes se triplicó de pronto
en el decenio de 1964 a 1974.
A principios de la década de 1980, la comunidad dio un
paso gigantesco al contratar a su primer imán de jornada
completa, Talal Eid, quien vino de Líbano y se educó
en la Universidad al-Azhar de El Cairo. Lo patrocinó la
comunidad de la mezquita de Quincy y la Liga Mundial Musulmana. Eid
llegó a Nueva York en compañía de su esposa y
sus dos hijas pequeñas, junto con otro imán
libanés y su familia. Suponían que serían
vecinos en Estados Unidos, pero de pronto descubrieron que entre
Nueva Inglaterra y Nueva Orleans hay más de 1.600
kilómetros.
Ya hace más de 20 años que Talal Eid dirige a la
comunidad y, de algún modo, encontró tiempo para
realizar estudios de postgrado en la Escuela de Teología de
Harvard en medio de una vida de trabajo cada día más
intensa. "Ser un imán en Estados Unidos es totalmente
distinto de ser un imán en Líbano", dijo al ser
entrevistado por el Proyecto Pluralismo. "Allá mis funciones
se limitaban al servicio de la mezquita y la atención a la
comunidad, pero aquí hago una combinación de cosas:
dirijo la oración, imparto educación, ofrezco
asesoría y trato con gente de distinto origen, cultura,
nacionalidad e idioma. El Centro Islámico de Nueva
Inglaterra es una pequeña réplica de las Naciones
Unidas, con más de 25 nacionalidades diferentes". Hoy, el
imán Eid tiene más de 300 niños inscritos en
programas educativos de fin de semana y atiende a dos
congregaciones en Quincy y Sharon.
El papel del imán Eid se ha ampliado no sólo
porque las expectativas de su propia comunidad se amplían,
sino también por las expectativas del clero en Estados
Unidos en general. Esto implica asumir nuevos papeles, como visitar
hospitales e ir a reuniones ecuménicas de clérigos y
entablar el diálogo con distintos credos. "No se trata
sólo de educar a los musulmanes", explica, "pues
también tengo que hacer mi parte para educar a los no
musulmanes, ya que al vivir en una sociedad pluralista es preciso
forjar relaciones amistosas con gente que tiene creencias distintas
de las nuestras". Por ser uno de los líderes musulmanes
más eminentes y visibles de Boston, el imán Eid
participa en tres o cuatro servicios de credos mixtos el Día
de Acción de Gracias y, como orador, recibe constantes
invitaciones de templos, sinagogas y organizaciones cívicas.
Responde preguntas en la alcaldía de Cambridge, acude a toda
prisa a la mezquita de Quincy para la oración de los viernes
y luego dirige una sesión de islamismo con enfermeras del
Hospital de Niños. Las rondas diarias del imán Eid
son tan extenuantes como las de los ministros urbanos más
activos.
Como muchas otras comunidades musulmanas de Estados Unidos, la
de Nueva Inglaterra ha sentido temor y dolor a medida que crece. En
marzo de 1990 se produjo un incendio de tres alarmas en la mezquita
de Quincy que causó daños estimados en 500.000
dólares. El incendio se atribuyó a un acto
premeditado, pero la investigación no fue concluyente y no
hubo arresto alguno. La experiencia fue inquietante para la
comunidad. El imán Eid recuerda: "En el pasado, cada vez que
ocurría un incidente triste en el que estaban involucrados
musulmanes, ya sea en el Medio Oriente o en cualquier parte del
mundo, la gente nos señalaba. Nos hostigaban por
teléfono y con cartas amenazantes. La gente venía
furiosa a manifestarse frente al Centro Islámico. Y luego
estalló el incendio provocado. Si el cielo se nubla en
cualquier lugar del mundo, sin duda lloverá aquí
sobre nosotros". Al año siguiente del incendio intencional,
los musulmanes se reunieron y dedicaron sus recursos y su
energía a reconstruir todo lo que fue destruido: la
cúpula, gran parte del espacio de oración y el ala
destinada a la educación.
Sin embargo, aun antes del incendio, la comunidad de Quincy ya
no cabía en la mezquita de la South Street y había
empezado a buscar una sede más grande. En 1991, el grupo
supo de un sitio amplio que estaba a la venta en Milton; la
propiedad había sido un centro jesuita y la rodeaban casi
tres hectáreas de tierra. El lugar parecía perfecto
para un nuevo centro islámico. Muy pronto se oyeron en
Milton voces de resistencia, preocupación y aun sospecha.
¿Habría demasiado tráfico? ¿Habría
suficiente espacio para estacionarse? ¿El centro
estaría de acuerdo con el carácter de Milton? El
doctor Mian Ashraf, cirujano y destacado líder de la
comunidad musulmana de Boston, recuerda una reunión con los
vecinos de Milton. "Les preocupaba que fuéramos a destruir
su barrio al traer demasiada gente. Un representante de la prensa
me dijo: `Doctor, ¿cuánta gente esperan que venga
aquí a orar?'. Le respondí: `Bien, en nuestras
principales festividades seremos tal vez varios millares'. Pero
sólo hay uno o dos de esos días cada año. En
los titulares del periódico del día siguiente se
leía: 'Miles de musulmanes vendrán a orar a Milton'.
Me sentí muy enfadado".
Las negociaciones para comprar la propiedad siguieron su curso,
pero cuando la comunidad islámica ya estaba por concluir los
trámites de una hipoteca, un grupo de compradores de Milton
les ganó la propiedad y la compró por un
millón y cuarto de dólares que pagó al
contado. "Ese fue un trago amargo que no pudimos evitar", comenta
Ashraf. "En mi fuero interno pregunté: ¿por qué
nos hace esto la gente? ¿Es verdad que nos discriminan? No
quería creer algo semejante porque nadie me había
discriminado jamás en la vida". En la comunidad musulmana,
algunos estaban decididos a llevar el asunto a los tribunales y
luchar por el derecho de ser buenos vecinos. Otros no
querían establecerse en una comunidad que ya les
había expresado tanta hostilidad. Esto es una
cuestión difícil que las comunidades de inmigrantes,
una tras otra, han tenido que afrontar en los pueblos y ciudades de
Estados Unidos al negociar la compra de propiedades y tropezar con
la oposición de sus nuevos vecinos. La comunidad optó
por no hacer un escándalo por la oportunidad perdida, sino
mirar al futuro y buscar otra propiedad.
Por fortuna, pronto se presentó la ocasión de
comprar lo que había sido una granja de cría de
caballos en Sharon, una pequeña población de 15.500
habitantes, más de la mitad de los cuales son judíos.
"Recibí una llamada telefónica", comenta el doctor
Ashraf. "El hombre me dijo: `Doctor, tengo el sitio apropiado para
su centro islámico. Leí en el periódico lo que
la gente trató de hacerles. Ustedes desean erigir un centro
para el culto y creo que los puedo ayudar'. Entonces me
llevó a Sharon. Allí tenía en venta un predio
tranquilo de 22 hectáreas. Al instante me enamoré de
ese lugar".
"¿Y si los vecinos nos causan el mismo problema otra vez?",
preguntó Ashraf. "¿Qué haremos entonces?". Esta
vez, la comunidad preparó un plan para hacer su
presentación ante los vecinos de Sharon. Para empezar,
mostraron un vídeo educativo sobre el Islam a cada vecino
que hallaron en su camino. "Les dijimos: `Si tienen cualquier duda,
vengan a hablar con nosotros. Tendremos una reunión y nos
sentaremos a responder sus preguntas'". Su energía activa
pareció dar resultado y el pueblo de Sharon empezó a
abrir sus puertas a los nuevos musulmanes. El rabino del Templo
Israel, Barry Starr, le dijo a Ashraf: "Creo que ustedes van a
enriquecer a nuestro pueblo. Traerán cosas nuevas a este
lugar". Starr convocó una reunión de la
Asociación de Clérigos de Sharon y todos ellos
tuvieron oportunidad de conocer a los representantes de la
comunidad musulmana. Por votación, los clérigos
decidieron dar la bienvenida unánime al Centro
Islámico. Publicaron su apoyo a éste en el diario
local con este titular: "Sharon da la bienvenida al Centro
Islámico".
Me dirigí por primera vez a la propiedad en Sharon el
día que comenzó la obra, un lluvioso día de
primavera de 1993. Fue muy apropiado que en esa ocasión se
reunieran con los miembros de la comunidad musulmana personajes de
distintos credos, rabinos, obispos, pastores y sacerdotes, todos
con su respectivo casco de albañil. Cuando les tocó
el turno de hincar la pala, muchos declararon que en verdad estaban
abriendo nuevos cauces para todas sus comunidades religiosas. Los
musulmanes levantaron para la ocasión una gran carpa a
franjas y todos nos congregamos en su interior a escuchar los
saludos y las palabras de felicitación. Recuerdo en especial
a una joven musulmana, una adolescente que representaba al grupo
juvenil del Islam, que se trepó a una silla plegadiza y
desde allí dijo las palabras que los musulmanes de Estados
Unidos han repetido miles de veces para explicar su
tradición religiosa a sus nuevos vecinos. "Islam significa
paz", afirmó. "Espero que aquí en Nueva Inglaterra,
que siempre ha sido la cuna de nuevas ideas y de grandes
movimientos, llegue el día en que las creencias religiosas
no se vean como un motivo para acusar a alguien, sino como un
tributo a la entereza moral de la persona".
Dos años después, el nuevo centro ya estaba
abierto para celebrar su primer Eid al-Fitr, el día festivo
que marca el fin del Ramadán. Fue unos cuantos días
después de la Noche del Poder, en un chispeante día
de fines del invierno precedido de una tormenta de hielo y nieve.
El campo congelado de la ex granja de caballos era un amplio
estacionamiento para los miles de personas que habían venido
a orar. El doctor Ashraf anunció con gran orgullo: "Hoy el
Eid es un día feriado formal en Massachusetts. Gracias a
nuestros esfuerzos, el Eid es un día de asueto pagado para
los trabajadores musulmanes y también un feriado religioso
en las escuelas para nuestros niños. Es preciso que la gente
sepa que el Eid es nuestro día festivo". Luego leyó
para todos, con placer, una carta del presidente Clinton a la
comunidad musulmana de Estados Unidos: "Saludo a todos los que
observan el mes santo del Ramadán. Mientras el
diálogo sustituye al enfrentamiento... Hillary y yo enviamos
nuestro saludo a los musulmanes dondequiera que estén".
Después de las oraciones del Eid, la multitud
avanzó colina abajo, vistiendo sus mejores galas de
día de fiesta - brillantes selvar kamizes, chaquetas de
terciopelo con lentejuelas y pequeños espejos, relucientes
parcas color de rosa, telas brillantes de algodón africano -
- una congregación festiva y pintoresca, regocijada y
deslumbrada con las maravillas invernales. "¡Nunca
había visto un Eid congelado como éste!", dijo
sonriente un joven llegado de Gambia, en Africa. En el salón
colectivo de la escuela, al pie de la colina, se sirvió
jugo, café y rosquillas. "¡Eid Mubarak!", "¡Feliz
Eid!", eran los saludos que intercambiaba esa creciente
congregación de musulmanes, nacidos en más de 30
países, que hoy forjan una nueva tradición musulmana
estadounidense.
El Centro Islámico de Nueva Inglaterra es en realidad un
microcosmo del Islam en la Norteamérica de hoy, con sus
generaciones de historia, sus dolores de crecimiento, sus esfuerzos
por establecer la práctica del islamismo en una comunidad
islámica culturalmente diversa, y sus intentos de crear
instituciones islámicas en suelo estadounidense. La historia
de sus relaciones con los vecinos no musulmanes refleja
también una experiencia más amplia: desde las
amenazas y el ataque incendiario hasta las batallas por causa de la
zonificación y, por último, el éxito de sus
esfuerzos para tender nuevos puentes y establecer relaciones con
otras comunidades religiosas.
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