Los varones al frente con los brazos cruzados sobre la cintura,
las muchachas al fondo con el cabello cubierto con chales Esta
disposición se adoptó con tanta naturalidad como si
el aula en que estaban reunidos fuera una mezquita. Catorce
estudiantes musulmanes estaban listos para iniciar sus oraciones de
mediodía.
En medio de escritorios, libros, mapas y proyectores de
transparencias, el grupo no prestaba atención ni al caos del
aula ni al alboroto que había afuera. Era la hora del
almuerzo en la Escuela Secundaria de la Península de Palos
Verdes y el campus estaba lleno de voces. Para esos muchachos y
muchachas, lo que importaba era el Ramadán, el
período sagrado de un mes en el cual los musulmanes
están obligados a ayunar desde la mañana hasta la
noche. Este año, estos estudiantes de 14 a 18 años de
edad están decididos a hacer profesión de su fe
rezando sencilla aunque públicamente.
Dicen que orando juntos durante el Ramadán pueden mostrar
su compromiso con una religión que recientemente se ha
convertido en la más discutida, criticada y defendida de
todo el mundo. "Siento que es importante mostrar a la gente en
qué consiste mi religión, sobre todo en un momento
como éste", dice el estudiante de primer año Rehan
Muttalib, de 14 años, cuyos padres son de la India. "Tenemos
que despejar los estereotipos".
Los atentados terroristas contra Estados Unidos y la avalancha
de noticias sobre Osama bin Laden y la red terrorista al-Qaida
cambiaron la vida en el campus de esta escuela pública
suburbana de clase media alta, donde 285 de los 3.300 estudiantes
son musulmanes, según la oficina administrativa de la
escuela. Hace unos cinco años, un pequeño grupo de
estudiantes musulmanes de la institución formó una
Unión de Estudiantes Musulmanes; la organización ha
tenido nuevas resonancias este semestre y las plegarias del
Ramadán son simplemente parte de eso.
La Unión casi no existió en este año: los
estudiantes estaban tan afectados y distraídos por los
sucesos mundiales que se olvidaron de la fecha límite de
inscripción de las actividades extracurriculares de la
escuela. "Después del 11 de septiembre, estaban
conmocionados", comenta James Maechling, el consejero docente del
grupo; "no acertaban a reunirse". Maechling es presidente del
departamento de estudios religiosos y del departamento de historia
mundial, que enseña las religiones principales como parte
del programa de estudios.
Maechling dice que nunca había visto al grupo tan bien
enfocado como cuando por fin se reunió. "En el último
año sólo venían entre cinco y ocho
jóvenes, y se reunían muy esporádicamente.
Este año han concurrido a las reuniones 20 estudiantes en
promedio". Una reunión típica incluye una
disertación sobre algún aspecto de la religión
por alguno de los presentes, oraciones y almuerzo.
Otros dos clubes se reúnen con regularidad para orar en
el campus de Palos Verdes: el Club Nueva Vida y el Club de los
Siervos de Cristo, ambos organizados por estudiantes cristianos.
Según los lineamientos de la Junta de Educación de
California, los miembros de cualquier religión están
en libertad de formar un grupo, siempre que no prediquen sus
creencias ni traten de convertir a otras personas. El estudio de la
religión se ubica también dentro del ámbito de
la educación en las escuelas públicas, siempre que el
tema se presente en el contexto de la historia y la cultura, no
como instrucción religiosa.
La mayoría de los estudiantes musulmanes de la Escuela de
Palos Verdes nacieron en los Estados Unidos, de padres que
emigraron de Irán, Egipto, la India y otros países
del Medio Oriente y Asia. Igual que sus condiscípulos,
enfrentan las presiones habituales de sus compañeros en el
aspecto social y académico, pero este otoño tuvieron
que contender también con una desconfianza hacia los
musulmanes que se generalizaba.
"Al principio se dispersaron", recuerda Maechling. "El
día de los ataques tenían un nudo en la garganta. Era
demasiado para ellos". Algunos de los que pensaban afiliarse a la
Unión de Estudiantes Musulmanes fueron disuadidos por sus
compañeros musulmanes para que no llamaran la
atención sobre el grupo. "Nos decían: `No lo hagas'",
recuerda el estudiante de penúltimo año Josh Mansour,
de 16 años, uno de los líderes de la unión de
estudiantes. El consejo de confundirse con los demás provino
de estudiantes musulmanes no practicantes, explica. "Creen que el
islam es una religión radical".
Josh lo ve de otra forma. "Hay muchos estudiantes musulmanes en
el campus", dijo. "Algunos de nosotros decidimos que es importante
practicar lo que creemos y hacerlo juntos como muestra de
unión". Aun cuando sus orígenes son diversos, estos
estudiantes provienen de familias observantes y la práctica
de su religión no es algo nuevo para ellos. Sin embargo,
este año el Ramadán trae consigo mayores
responsabilidades y compromisos.
El primer día, varios estudiantes recitaron fragmentos
del Corán en árabe a la hora de la oración.
Uno de ellos, Zeyad Maasarani, de 16 años, aprendió
ese idioma en el hogar. Su madre se lo enseñó y
él suele ver programas de televisión en árabe
para no olvidarlo. El y otros estudiantes declararon que para ellos
es urgente dar la cara por su fe, pero reconocieron también
que sienten la inseguridad de los adolescentes que temen ser
juzgados por otros estudiantes.
"Quiero que en el campus me vean como un adolescente ordinario",
dijo Muttalib. "Pero también quiero ser aceptado como
musulmán, no como algo diferente o indebido". Declara que
asiste a las oraciones del Ramadán en el campus porque tal
vez no lo haría por su cuenta. En cambio, otros estudiantes
dicen que se sienten más seguros si oran juntos. "Tenemos
que reforzar la moral", dijo Mansour. "Muchos musulmanes tienen
problemas aquí y en el resto del mundo. Queremos hacerles
saber que no están solos".
Cuando les preguntaron por bin Laden y al-Qaida, algunos de los
estudiantes se sonrojaron. "No creo que sean fundamentalistas
musulmanes", respondió Maasarani con ardor. "Hay gobiernos
corruptos y extremistas".
Muttalib fue un poco más objetivo. "Veo a los
talibán y a Osama bin Laden no como musulmanes que practican
sus creencias como es debido, sino como personas que entendieron
mal la religión", afirmó. "La mayoría de los
musulmanes tratan de practicar la esencia de la religión. Yo
lo hago así".
Apenas el mes pasado, Maddy Ghorob, de 14 años, cuyos
padres emigraron de Irán a Estados Unidos, tomó una
decisión importante sobre su forma de vestir. No es
obligatorio que las mujeres se cubran la cabeza con una
pañoleta, lo cual se considera como un signo de modestia y
una señal de que están tratando de vivir de acuerdo
con las enseñanzas musulmanas que prohíben las
relaciones sexuales fuera del matrimonio y beber alcohol, entre
otras cosas. Aun cuando la mayoría de las muchachas que
asistieron a la oración del Ramadán vestían
ropa occidental y sólo se cubrieron el cabello para orar,
Ghorob cambió todo su guardarropa cuando decidió
"tomar el velo". Ahora usa una falda larga y chaquetas de manga
larga para ocultar por completo su figura.
"Juré que nunca usaría el velo", dijo Maddy. En
cuanto a la ropa que oculta su figura, añadió,
"antes, mis metas eran usar ropa talla dos, tener citas con
muchachos e ir a los bailes de fin de año. Ahora deseo que
se me identifique como musulmana. No hay nada vergonzoso en
eso".
Ghorob y otros miembros de la Unión de Estudiantes
Musulmanes dicen que en el campus la mayoría de los
estudiantes mahometanos se abstienen de todo lo que los identifica
como tales. "Hacen grandes esfuerzos por adaptarse; no puedo
distinguir a los musulmanes de las demás personas", dice
Dania Arafeh, de 14 años, una de las mejores amigas de
Ghorob.
Arafeh empezó a cubrir su cabello con una pañoleta
hace tres años. Nacida en Estados Unidos de padres egipcios
y palestinos, dice que la mujer es una joya preciada y cita al
Corán como su fuente. "Una mujer no se disminuye al
cubrirse", explica. "Es para su propia protección.
¿Para qué entregarse demasiado pronto?"
Durante décadas, los musulmanes progresistas y otros
dirigentes religiosos de los Estados Unidos han aconsejado a los
nuevos inmigrantes que dejen los atuendos religiosos en su patria
y adopten la indumentaria occidental para adaptarse mejor a la
sociedad de este país. El fervor de Arafeh por la vestimenta
tradicional sugiere una visión diferente del futuro.
"Sería fantástico que las personas de todos los
credos usaran sus respectivos atuendos religiosos", comentó.
"De ese modo, cada cual aprendería más de la forma
de ser de los otros".
Mientras Arafeh y Ghorob conversaban fuera del aula de Maechling
después del primer día de oraciones del
Ramadán, Bahareh Shayegan-Fatemi se les presentó.
Concurrió a la reunión de oración, pero se
quedó sentada a un lado, observando.
"Llegué aquí desde Irán hace cuatro meses",
les explicó a las otras muchachas. "No conocía a
ningún musulmán, por lo cual me oculté y
escondí mis costumbres". Su camiseta deportiva y sus
pantalones vaqueros le ayudaron a probar su afirmación. En
Irán se exige que la mujer use un velo y un manto para
cubrirse. "Estoy muy sorprendida", dijo, y de pronto empezó
a reír hasta quedar sin aliento. "Cuando estás sola
eres una gota de agua, pero aquí, con los demás
estudiantes musulmanes, eres una parte del mar, una de muchas
gotas".
Shayegan-Fatemi no acertó a decir si alguna vez
vestirá en Estados Unidos la ropa musulmana tradicional. Ni
siquiera estaba segura de si se volvería a reunir con las
estudiantes para las oraciones del Ramadán.
"Me siento muy sorprendida", exclamó. "Necesito un poco
de tiempo".