En una democracia, la condición ciudadana requiere
participación, civismo y aun paciencia.
Los ciudadanos democráticos reconocen que no
sólo tienen derechos, sino también obligaciones.
Ellos reconocen que la democracia exige una inversión de
tiempo y arduo trabajo; un gobierno del pueblo requiere de la
constante vigilancia y apoyo del propio pueblo.
En ciertos gobiernos democráticos, la
participación cívica significa que a los ciudadanos
se les exige servir como jurados o prestar servicio militar
obligatorio o un servicio civil nacional por cierto tiempo. Otras
obligaciones se aplican a todas las democracias y son la
responsabilidad individual del ciudadano; entre ellas destaca el
respeto a la ley. Pagar el monto justo de impuestos, aceptar la
autoridad del gobierno elegido y respetar los derechos de los que
tienen puntos de vista diferentes son otros ejemplos de las
obligaciones del ciudadano.
Los ciudadanos democráticos saben que deben asumir la
carga de responsabilidad para con su sociedad si desean que
ésta los beneficie con la protección de sus
derechos.
Según un adagio de las sociedades libres, cada pueblo
tiene el gobierno que se merece. Para que las democracias tengan
éxito, los ciudadanos no deben ser pasivos, sino activos,
porque saben que ellos y nadie más son responsables del
éxito o el fracaso del gobierno. A su vez, los funcionarios
del gobierno entienden que todos los ciudadanos deben ser tratados
en plan de igualdad y que el soborno no tiene cabida en un gobierno
democrático.
En un sistema democrático, la población
descontenta con sus dirigentes está en libertad de
organizarse y abogar en forma pacífica por el cambio, o
bien, tratar de desalojar a esos dirigentes de sus cargos por medio
de sus votos en las fechas establecidas para las elecciones.
Para que las democracias se mantengan sanas necesitan algo
más que el voto ocasional de sus ciudadanos. Necesitan la
constante atención, el tiempo y el compromiso de un gran
número de ciudadanos que, por su parte, cuentan con el
gobierno para que proteja sus derechos y libertades.
Los ciudadanos de una democracia se afilian a partidos
políticos y hacen campaña por los candidatos de su
preferencia. Aceptan el hecho de que su partido puede no estar
siempre en el poder.
Ellos están en libertad de contender por cargos
públicos o servir por un tiempo como funcionarios
públicos designados.
Usan la prensa libre para hablar francamente de las cuestiones
locales y nacionales.
Se afilian a sindicatos, grupos de la comunidad y asociaciones
comerciales.
Se unen a las organizaciones de voluntarios privadas con las
que comparten intereses, ya sea dedicadas a la religión, la
cultura étnica, el estudio académico, el deporte, el
arte, la literatura, el mejoramiento del barrio, el intercambio de
estudiantes internacionales y otro centenar de actividades
diferentes.
Todos estos grupos, no importa cuán cerca o lejos
estén del gobierno, contribuyen a la riqueza y la salud de
su democracia.